Eliminar los estereotipos de género es clave para la reducción de las desigualdades en el mercado laboral

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Históricamente los niveles de ocupación masculina han sido mayores que la femenina y, además, la pandemia ha afectado de manera significativa a las mujeres provocando que muchas salieran del mercado laboral dado el cierre de puestos de trabajo en sectores comerciales y de servicio, donde muchas se insertan, para tener que atender labores de cuidado y domésticas más demandantes en el contexto pandémico.

En este sentido, el Observatorio Laboral Araucanía desarrolló un reporte vinculado a entregar una mirada de género a las dinámicas del mercado laboral dando cuenta de que, pese a los avances que se visibilizaban a nivel mundial y en América Latina en términos de reducción de la brecha de género, las diferencias y estereotipos basados en el género han provocado importantes formas de desigualdad asociadas al ámbito laboral, las cuales, si bien son estructurales en nuestro sistema social, se han incrementado producto de la crisis sociosanitaria que ha gatillado la pandemia.

Es así, que, durante el año 2021, en la región, existió en general una mayor ocupación masculina y una mayor inactividad femenina. En este escenario, cabe destacar que en La Araucanía el 92,8% de las personas que no trabajan por tener que cuidar a un familiar de manera permanente son mujeres, y que en la última década solo el 0,23% del total de subsidios asignados por postnatal ha sido asignado a hombres dando cuenta de que las labores domésticas y de cuidado siguen recayendo principalmente en mujeres.

En términos de inserción laboral, los sectores con mayor ocupación femenina están asociados a servicios o roles de cuidado, cómo la salud y enseñanza. A su vez, se visualiza que las ocupaciones a la que mayormente pueden acceder mujeres y hombres están mediadas también por estereotipos basados en el género. De este modo, los hombres han concentrado de manera significativa puestos de trabajo que concentran mayor desenvolvimiento de fuerza y riesgos físicos, como la operación de instalación y maquinaria u operarios de oficio y artesanías, pero también inserción en cargos de dirección o jefaturas con casi 7 de cada 10 cargos directivos masculinizados. Además, se observan estas desigualdades en las oportunidades de ascender dentro de una organización o rubro para las mujeres, quienes muchas veces deben asumir roles más administrativos, o de cuidado en las organizaciones o se ven imposibilitadas a ascender por preconcepciones culturales y por tener que atender otras responsabilidades no remuneradas siendo menos valoradas para insertarse en cargos directivos o jefaturas.

En consecuencia, las situaciones mencionadas anteriormente han llevado a las mujeres trabajadoras a experimentar situaciones de malestar o ansiedad que han podido afectar significativamente su salud mental. Respecto a esto, es necesario alertar que las organizaciones o empresas no siempre están preparadas para gestionar los riesgos psicosociales y trastornos a la salud mental que generan las sobrecargas de trabajo remunerado y no remunerado para las trabajadoras, siendo necesario abordar el cuidado de la salud mental desde un enfoque que comprenda las diferencias de género.

En este contexto, se da cuenta de una necesidad de avanzar en cambios culturales e integrar una perspectiva en la cual, se valorice el aporte de los distintos géneros, desde su diversidad y complemento, a las tecnologías y otras actividades relevantes para el desarrollo de los talentos humanos.

Históricamente los niveles de ocupación masculina han sido mayores que la femenina y, además, la pandemia ha afectado de manera significativa a las mujeres provocando que muchas salieran del mercado laboral dado el cierre de puestos de trabajo en sectores comerciales y de servicio, donde muchas se insertan, para tener que atender labores de cuidado y domésticas más demandantes en el contexto pandémico.

En este sentido, el Observatorio Laboral Araucanía desarrolló un reporte vinculado a entregar una mirada de género a las dinámicas del mercado laboral dando cuenta de que, pese a los avances que se visibilizaban a nivel mundial y en América Latina en términos de reducción de la brecha de género, las diferencias y estereotipos basados en el género han provocado importantes formas de desigualdad asociadas al ámbito laboral, las cuales, si bien son estructurales en nuestro sistema social, se han incrementado producto de la crisis sociosanitaria que ha gatillado la pandemia.

Es así, que, durante el año 2021, en la región, existió en general una mayor ocupación masculina y una mayor inactividad femenina. En este escenario, cabe destacar que en La Araucanía el 92,8% de las personas que no trabajan por tener que cuidar a un familiar de manera permanente son mujeres, y que en la última década solo el 0,23% del total de subsidios asignados por postnatal ha sido asignado a hombres dando cuenta de que las labores domésticas y de cuidado siguen recayendo principalmente en mujeres.

En términos de inserción laboral, los sectores con mayor ocupación femenina están asociados a servicios o roles de cuidado, cómo la salud y enseñanza. A su vez, se visualiza que las ocupaciones a la que mayormente pueden acceder mujeres y hombres están mediadas también por estereotipos basados en el género. De este modo, los hombres han concentrado de manera significativa puestos de trabajo que concentran mayor desenvolvimiento de fuerza y riesgos físicos, como la operación de instalación y maquinaria u operarios de oficio y artesanías, pero también inserción en cargos de dirección o jefaturas con casi 7 de cada 10 cargos directivos masculinizados. Además, se observan estas desigualdades en las oportunidades de ascender dentro de una organización o rubro para las mujeres, quienes muchas veces deben asumir roles más administrativos, o de cuidado en las organizaciones o se ven imposibilitadas a ascender por preconcepciones culturales y por tener que atender otras responsabilidades no remuneradas siendo menos valoradas para insertarse en cargos directivos o jefaturas.

En consecuencia, las situaciones mencionadas anteriormente han llevado a las mujeres trabajadoras a experimentar situaciones de malestar o ansiedad que han podido afectar significativamente su salud mental. Respecto a esto, es necesario alertar que las organizaciones o empresas no siempre están preparadas para gestionar los riesgos psicosociales y trastornos a la salud mental que generan las sobrecargas de trabajo remunerado y no remunerado para las trabajadoras, siendo necesario abordar el cuidado de la salud mental desde un enfoque que comprenda las diferencias de género.

En este contexto, se da cuenta de una necesidad de avanzar en cambios culturales e integrar una perspectiva en la cual, se valorice el aporte de los distintos géneros, desde su diversidad y complemento, a las tecnologías y otras actividades relevantes para el desarrollo de los talentos humanos.

Históricamente los niveles de ocupación masculina han sido mayores que la femenina y, además, la pandemia ha afectado de manera significativa a las mujeres provocando que muchas salieran del mercado laboral dado el cierre de puestos de trabajo en sectores comerciales y de servicio, donde muchas se insertan, para tener que atender labores de cuidado y domésticas más demandantes en el contexto pandémico.

En este sentido, el Observatorio Laboral Araucanía desarrolló un reporte vinculado a entregar una mirada de género a las dinámicas del mercado laboral dando cuenta de que, pese a los avances que se visibilizaban a nivel mundial y en América Latina en términos de reducción de la brecha de género, las diferencias y estereotipos basados en el género han provocado importantes formas de desigualdad asociadas al ámbito laboral, las cuales, si bien son estructurales en nuestro sistema social, se han incrementado producto de la crisis sociosanitaria que ha gatillado la pandemia.

Es así, que, durante el año 2021, en la región, existió en general una mayor ocupación masculina y una mayor inactividad femenina. En este escenario, cabe destacar que en La Araucanía el 92,8% de las personas que no trabajan por tener que cuidar a un familiar de manera permanente son mujeres, y que en la última década solo el 0,23% del total de subsidios asignados por postnatal ha sido asignado a hombres dando cuenta de que las labores domésticas y de cuidado siguen recayendo principalmente en mujeres.

En términos de inserción laboral, los sectores con mayor ocupación femenina están asociados a servicios o roles de cuidado, cómo la salud y enseñanza. A su vez, se visualiza que las ocupaciones a la que mayormente pueden acceder mujeres y hombres están mediadas también por estereotipos basados en el género. De este modo, los hombres han concentrado de manera significativa puestos de trabajo que concentran mayor desenvolvimiento de fuerza y riesgos físicos, como la operación de instalación y maquinaria u operarios de oficio y artesanías, pero también inserción en cargos de dirección o jefaturas con casi 7 de cada 10 cargos directivos masculinizados. Además, se observan estas desigualdades en las oportunidades de ascender dentro de una organización o rubro para las mujeres, quienes muchas veces deben asumir roles más administrativos, o de cuidado en las organizaciones o se ven imposibilitadas a ascender por preconcepciones culturales y por tener que atender otras responsabilidades no remuneradas siendo menos valoradas para insertarse en cargos directivos o jefaturas.

En consecuencia, las situaciones mencionadas anteriormente han llevado a las mujeres trabajadoras a experimentar situaciones de malestar o ansiedad que han podido afectar significativamente su salud mental. Respecto a esto, es necesario alertar que las organizaciones o empresas no siempre están preparadas para gestionar los riesgos psicosociales y trastornos a la salud mental que generan las sobrecargas de trabajo remunerado y no remunerado para las trabajadoras, siendo necesario abordar el cuidado de la salud mental desde un enfoque que comprenda las diferencias de género.

En este contexto, se da cuenta de una necesidad de avanzar en cambios culturales e integrar una perspectiva en la cual, se valorice el aporte de los distintos géneros, desde su diversidad y complemento, a las tecnologías y otras actividades relevantes para el desarrollo de los talentos humanos.

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